El judío mexicano que reconstruyó Tenochtitlan

“Por bonita que haya sido, Tenochtitlan no va a volver”. Una y otra vez, con esas palabras o con otras, Andrés Semo pone en evidencia esa nostalgia atroz que acomete a quien contempla un pasado completamente irrecuperable, como un sueño cuyos detalles se desdibujan conforme la vigilia va recuperando su dominio de la conciencia.

Semo estudió Ingeniería Geomática en la UNAM, la principal universidad de México, inspirado por el recuerdo de una vieja fotografía aérea, y sin saber que su nombre se volvería conocido gracias a un trabajo de reconstrucción virtual de la capital del país, según debió de haberse visto más de 500 años atrás, poco antes de la colisión entre las civilizaciones mexica y española, que terminarían por destruirla.

“Yo me incorporé a este proyecto junto con el dibujante holandés Thomas Kole y el lingüista Rodrigo Ortega, y la idea era reconstruir la ciudad de Tenochtitlán y la cuenca de México, como pudo haber lucido en 1518, teniendo en cuenta que era muy complejo porque eran cinco lagos, las lagunas del sur, dulces, alimentadas por manantiales de Xochimilco, Iztapalapa —todas ya se secaron—… las lagunas del norte, anormalmente saladas por los trozos del suelo de Texcoco.

Esto generaba un entorno único en el planeta. Todo esto para responder, primero, por qué los conquistadores cuando llegan nunca le entienden a Tenochtitlán y finalmente deciden tristemente secar las lagunas. Y segundo, era la ciudad más grande del mundo en 1519. Entonces, algo había en el entorno mexica de lo que no habíamos quizá hablado lo suficiente y que explica la Ciudad de México actual. Entonces también me di cuenta que desde la ingeniería hacía falta una reconstrucción de la isla con precisión topográfica. Así nació el proyecto”.

Retrato de Tenochtitlan. Reconstrucción 3D de la capital mexica, es el nombre que Andrés Semo, , en estrecha colaboración con el artista holandés Thomas Kole, y el traductor al náhuatl Rodrigo Ortega dieron al proyecto al que se refiere el segundo, que se ha reunido con nosotros para concedernos una entrevista.

Si bien antes de septiembre de 2023 no sabía lo que se sentía estar frente a las cámaras, Semo se ha venido acostumbrando a la notoriedad. Retrato de Tenochtitlan fue un intempestivo maremoto mediático, y nombres como Forbes y National Geographic lo llevaron a sus páginas principales, capturados de inmediato por la potencia de esas imágenes que permiten apreciar el antiguo rostro de una ciudad que, por sus características e historia, es completamente única en la historia.

El origen

Para Semo, había “una curiosidad en México por una reconstrucción y hacía mucha falta hablar de la historia de la Ciudad de México. Nosotros todos hemos visto el Covarrubias, que es muy hermoso, el cuadro que está en el Museo Nacional de Antropología, y los mapas de Tomás Filsinger, de Tenochtitlán.

“Pero más allá de eso no había una reconstrucción, digamos, moderna, de lo que pudo haber sido la isla. Y yo empecé a subir fotografías. Me compré un dron experimental. Bueno, el primero lo choqué, después me compré uno un poquito mejor y comencé a subir fotografías aéreas de diversos sitios de la Ciudad de México”.

Eran los primeros meses de la pandemia de covid-19. El confinamiento había vaciado las calles de una de las ciudades más populosas del mundo. “el Eje central (estaba) sin un solo auto. Yo creo que nunca había estado así el Eje central desde los aztecas. De repente, lo más duro de la pandemia, había imágenes de la Ciudad de México inimaginables, las calles completamente vacías (…).

“Yo empecé a subir a la cuenta de Instagram diversos elementos de Tenochtitlán. Y es cuando me encuentro con Thomas, que también estaba elaborando una reconstrucción de de Tenochtitlán. Sobre todo dibujándola. En Holanda, sin nunca haber venido a México”.

Mientras el dibujante daba forma a las antiguas chinampas, a los canales y las calzadas, a los templos y los mercados, Semo hacía volar sus drones para fotografiar una urbe desierta que sirviera como un mapa tridimensional sobre el cual posar los fantasmas de aquellos antiguos edificios. Para ambos, la investigación fue un paso crucial: había que delimitar la antigua ciudad para poder ubicarla sobre la actual. Ahí descubrieron que “Tenochtitlán era enorme. Mi primera misión fue encontrar dónde estaba Tenochtitlán“.

Establecer los límites originales de la ciudad era una tarea difícil que requería de una ardua investigación. “Me fui a los límites históricos que se mencionan en los planos de González Aparicio y encontré que por el sur, por ejemplo, la isla era enorme, acababa hasta lo que ahora es Metro Chabacano, en la Calzada de Chabacano, en el límite sur de la isla.

“Por el norte, Tlatelolco; por el poniente, por ejemplo, encontramos que (llegaba) hasta lo que es la zona de la Alameda. En fin, era una ciudad enorme. Y bueno, pues estamos hablando de algo muy muy monstruoso. Al principio la idea era reconstruir el centro ceremonial. Después nos dimos cuenta de la complejidad de Tlatelolco, por ejemplo. Están las imágenes y conforme fuimos avanzando un proyecto que iba a ser de tres meses se volvió de tres años por la complejidad y el tamaño de Tenochtitlán“.

Para quien conozca la enorme Ciudad de México será difícil relacionarla con la palabra “isla”, que tanto pronuncia Semo para referirse a la antigua capital mexica.

Pero eso era Tenochtitlan, una isla artificial tejida con ingenio para flotar sobre los complejos sistemas lacustres que, siglos más tarde, quedarían casi completamente desecados.

“Entonces también, por ejemplo, ahí está la característica que las lagunas dulces del sur son de un color distinto que las del norte, que son más oscuras. Al día de hoy Texcoco sigue siendo de subsuelo muy salado. Entonces fue un proyecto que nos tomó dos años y medio y hasta septiembre del año pasado lo decidimos liberar”.

Semo dice haber estudiado más sobre Tenochtitlan que lo que tuvo que estudiar durante su carrera universitaria. Descifrar la antigua ciudad implicaba sumergirse en los textos más diversos para ir armando un rompecabezas histórico que todavía no está del todo resuelto, pero que gracias al trabajo de Kole y del propio Semo, hoy puede visualizarse con cierto grado de certeza.

Guerreros en medio de una laguna

La antigua ciudad de Tenochtitlan estaba asentada sobre lo que, en términos geológicos, se denomina una cuenca endorreica, es decir, que no tiene salida al mar. Y si bien fueron los españoles quienes suprimieron el agua de la nueva capital novohispana, ya los propios mexicas habían intervenido los causes acuíferos para hacer la urbe más habitable y menos susceptible a inundaciones.

Nezahualcóyotl construye un albarradón, que es una barda para separar aguas dulces de saladas. Ya había una alteración, pero la relación con el agua en el mundo mexica era sagrada. Tan es así que cuando está Hernán Cortés —y esto es, nunca lo vamos a saber a bien—, uno de los diálogos que tuvo con Moctezuma es en frente del Templo Mayor.

“Cortés le pregunta por qué hay dos adoratorios arriba del Templo Mayor. Y la respuesta de Moctezuma es: ‘porque eso somos. Uno es para Tláloc, nuestro dios del agua, y otro para Huitzilopochtli, nuestro dios de la guerra”.

“Somos unos guerreros en medio de una laguna”

Pero, como tantas otras cosas, a los españoles no les resultó sencillo entender la relación de aquel pueblo con el agua. “Nunca entienden la complejidad de las lagunas. Entonces tenemos esta complejidad lagunar. Son cinco lagunas las del sur, alimentadas por manantiales y el deshielo de los volcanes, lo cual creaba un panorama muy complejo. Por eso es que del sur venía toda la agricultura de la ciudad”.

“(En) la propia isla de Tenochtitlán, contrario a lo que siempre hemos creído, era bien difícil un concepto agrícola, porque las lagunas a esa altura eran salobres, era muy difícil que creciera algo. El maíz, por ejemplo, creemos que no crece en Tenochtitlán.

“El maíz venía de Xochimilco, entonces por eso es que para ellos fue obligatorio un sistema de tributo para poder subsistir, porque sus recursos elementales de alimentación venían de afuera, porque la isla era incapaz de crecer alimento; crecía tomate, crecía amaranto, pero no en cantidades suficientes para alimentar a los 220,000 mexicas“.

La necesidad de pedir tributo a otros pueblos fue un elemento central en el desarrollo de una cultura que acabaría por cosechar el odio de otras civilizaciones.

“Tenochtitlan era en el corazón de la Triple Alianza, que eran la Tlacopan, que es Tacuba, Tenochtitlán y Texcoco. Ellos tres contra el mundo. El resto de la sociedad mesoamericana los odiaban”.

Aunque no lograron someter a los tlaxcaltecas ni a los purépechas, el resto de la región estaba dominado por esos guerreros que habían asentado su mundo sobre un sistema de lagunas dulces y saladas.

“Ese es el mundo cuando llega Hernán Cortés y él entiende muy rápido esto. Además, entiende que el abasto de agua de Tenochtitlán es bien sensible porque viene de Chapultepec a través de dos canales. Cuando estaba en reparación uno, se usaba el otro.

“Entonces tenemos este ambiente delicadísimo, una isla que subsiste casi de milagro, que se le puede cortar el agua en cualquier momento. Y bueno, sucede la conquista. Y a partir de aquí, ¿qué pasa? Que, primero, Hernán Cortés hace la conquista a través de Texcoco con 13 bergantines (…), rompe el albarradón, conquista Tenochtitlán, después la incendia.

“Ese albarradón nunca se repara. Entonces el agua salada por densidad empieza a entrar hacia el sur, hacia las lagunas dulces y empieza a matar a las chinampas. Hacia 150 años después, para 1692, Prácticamente ya había aniquilado el sistema chinampero de la Ciudad de México. (La Ciudad) tenía hambre, quizás por primera vez en la historia. Entonces esa no reparación del albarradón causó un desastre medioambiental en las lagunas. Aniquiló la agricultura de la Ciudad de México“.

El proceso de conquistar el territorio que actualmente se conoce como México fue más complejo de lo que parece. Todavía un siglo después de la caída de la ciudad, los españoles temían una insurrección mexica. Su miedo principal era que no controlaban más que cuatro calzadas. Ese antiguo pueblo de guerreros lacustres podía rebelarse y usar el agua a su favor.

Es así que Felipe II ordena la desecación de la ciudad. “Lo logra a través de un ingeniero que se llamó Heinrich Martin, que aquí le pusimos Enrico Martínez, que encontró que a través de un tajo que todavía existe, que se llamó el Tajo de Nochistongo, por gravedad podía empezar a mandar el agua de las lagunas hacia el río Tula y del río Tula al Golfo de México.

“Es una obra que les toma 100 años, que se construye con mano casi esclava, indígena, con mucho dolor. Lo narra Humboldt en 1804, después de la construcción de ese tajo. Ahora sí se empieza a secar la ciudad”.

Pero antes de secarse, en 1629, la ciudad sufrió una inundación tan terrible que tuvo que ser deshabitada. Durante cinco años, el agua lo cubre todo. Reblandecidos, los edificios colapsan uno a uno y la destrucción es absoluta. “Incluso la catedral que hoy vemos es la segunda, la primera se pudrió”.

“Entonces, lo único que se salva es una fachada que hoy está en el Hospital de Jesús. Hay un hoyo de 100 años en la historia de esta ciudad por la inundación. Esa inundación es la prueba que (los españoles) nunca le entendieron al sistema lagunero. Desapareció la Ciudad de México que comenzaba a formarse.

“Lo único que quedan son las calzadas. Entonces es quizás la única ciudad en el mundo —que además tuvo la batalla naval más alta en la historia. Una batalla naval a 2,300 metros sobre el nivel del mar— y que pasaba más tiempo inundada que seca. Esa era la sede del virreinato”.

Traer a la vida una ciudad muerta

Durante muchos meses, Semo se dio a la tarea de elevarse hacia el cielo para fotografiar la actual Ciudad de México y crear un mapa tridimensional sobre el cual Kole pudiera trabajar. Quien visite el sitio web Retrato de Tenochtitlan podrá viajar en el tiempo para visualizar la capital mexica sobre el territorio que hoy en día conforma la Ciudad de México.

“Primero es encontrar, por supuesto, bueno, el tamaño de Tenochtitlan, por bonito que haya sido, ya no existe. Sobre eso se construyó la Ciudad de México. Segundo, hubo un tema que lo van a ver en la página, pero tomar la imagen con el dron exactamente en el mismo lugar, simulando 1518 y 2021 que hicimos las imágenes, requirió una serie de complejidades que yo no tenía idea.

“Por ejemplo, que la fotografía con el dron fuera exactamente en el mismo sitio, con el sol en el ángulo que quisiéramos y se nota mucho en la foto del Cerro de la Estrella en Iztapalapa. Por ejemplo, esa fue una foto bien complicada porque es una zona tan contaminada que a veces del Cerro de la Estrella no se ve la Central de abasto, que está a dos kilómetros en línea recta”.

Hubo que esperar seis meses para que el día estuviera limpio, tan limpio que, en el horizonte, aparecieran los cuerpos majestuosos de los volcanes que vigilan la gran cuenca, hoy desbordada, sobre la cual los mexicas asentaron uno de los imperios más fascinantes del mundo precolombino.

“Luego tenemos otro elemento, que es que son dos imágenes de la Ciudad de México en momentos muy, muy raros. 1518, un año antes del encuentro (entre mexicas y españoles), y 2020, la peor pandemia en la historia moderna del planeta. Entonces las dos imágenes es probable que nunca se repitan. Tenemos dos momentos históricos muy anómalos y estar a la altura de eso fue complejo”.

Otra complejidad fue la traducción del contenido editorial del español al náhuatl. De eso se encargó Rodrigo Ortega. “Platicando con él, me decía que es difícil. No es directo. Por ejemplo, “Tlatoani” no es rey, no es emperador. Hay algo paternal. Es un concepto muy complejo. En el mundo nahua existían palabras que en el español no existen, entonces traducirlas tiene su grado de complejidad”.

Pero el equipo supo enfrentar esa complejidad con paciencia y dedicación y, finalmente, en septiembre de 2023 la noticia comenzó a circular profusamente: se había recreado el aspecto de la gran Tenochtitlan en una serie de mapas tridimensionales que podían apreciarse en una plataforma web.

“Yo nunca en mi vida había tenido una entrevista, no sabía ni cómo eran. Y un mes después nos buscó National Geographic porque quería poner el proyecto en su revista de noviembre y salió en la revista de noviembre de 2023. Y bueno, también estuvo en Forbes, estuvo en diversos medios internacionales y fue una respuesta que yo nunca me imaginé.

“También a la par —y se lo agradezco mucho—, el fotógrafo Santiago Arau, que estaba montando una exposición en el Palacio de Bellas Artes, me invita a unirnos a su exposición. Y estuvimos esa vez en el Palacio de Bellas Artes, en la exposición “Patrimonio”, de Santiago Arau, y ahora, en los 90 años de Bellas Artes, también las imágenes forman parte del rincón del tiempo. Yo nunca me imaginé estar en Bellas Artes. Para mí era lo más alto del arte en México, y que las fotos estén ahí, es muy significativo”.

Como judío, Semo entiende que el trabajo de rescate histórico, de lectura, interpretación y reinterpretación de los textos fue esencial para culminar esta obra de la que, dice, aprendió mucho.

Estos proyectos “tienen mucho que enseñarte, incluso después de que los publicas. El aprendizaje es muy grande. No lo asimilas de momento. Te tardas años en algunas lecciones que te dan (…).

“En esta sociedad de la inmediatez en la que vivimos, en la que todos los días se publican muchas más noticias e información de la que podemos procesar,  la paciencia y la calma en estos proyectos siguen siendo parte fundamental de su trascendencia. Si los apuras, los destruyes”.

Con paciencia, el equipo fue aprendiendo a extraer la memoria perdida de entre los vestigios que había dejado dispersos, sepultados bajo cinco siglos de constante transformación. “De Tenochtitlán en realidad tenemos muchas cosas que no sabemos, no estamos seguros y hay algunas luces de información, pero en general, por presente que lo tengamos, es bien difícil reconstruirla.

“Incluso las zonas mayas o Teotihuacán, como al menos está el sitio físicamente, es un poco más sencilla esa parte, pero en Tenochtitlán nos tenemos que ir contra lo que nos dejaron los frailes, los propios conquistadores, Bernal Díaz del Castillo y hacer interpretaciones, porque no hay mucho que ver.

“Si nos paramos en frente del Templo Mayor, son piedras encimadas. No tiene forma. Todavía en Tlatelolco le ves alguna forma, pero Tenochtitlán nos quedan escaleras en alguna ventana arqueológica, el templo mayor… Pero como ente urbano no quedó nada. Esa es la complejidad de Tenochtitlán. Y eso aprendí: a proceder a pesar de la incertidumbre de una ciudad de la que no quedó casi nada“.

Pero quedaban algunos documentos, crónicas, archivos históricos que había que cotejar. “Sí, fue mucha imaginación, mucha información. Aprendí a buscar en archivos. Yo no sé, como ingeniero no te forman y es más, creo que en mi vida había ido a un archivo y fue buscar en archivos, también interpretar información.

“Llegamos a varios momentos donde la información se contradice. Y ahí sí puedo mencionar que me sirvió mucho la referencia y la ayuda de mi abuelo (Enrique Semo), la disciplina del estudio, de no dejarte llevar por la primera respuesta que encuentras.

No, encuentras cuatro o cinco y las comparas (…). Hubo muchos elementos del pensamiento judío en la reconstrucción de Tenochtitlán”.

Al final, Retrato de Tenochtitlan es un ejercicio de rescate de la memoria. Un acto de magia que permite a un pueblo echar un vistazo a su pasado. Imaginar sin cerrar los ojos y dibujar chinampas y canales donde actualmente solo hay avenidas y casas. Ver la antigua Tenochtitlan resurgir, al menos virtualmente, puede, quizá, ayudarnos a entender el monstruo que es hoy en día la Ciudad de México y, en el mejor de los casos, encontrar maneras más humanas de dejar que se siga transformando.

“Hoy, la Ciudad de México se enfrenta a problemas muy desafiantes, como el agua, como la gentrificación. Ya llegamos a la deshonrosa cifra de 2 millones de expulsados en los últimos 15 años. Es una ciudad entera expulsada de la Ciudad de México“.

Sobre ese tipo de temas, Semo ofrece información en su canal de YouTube, y en X, @semo_historia, una plataforma donde los interesados pueden interactuar con este peculiar creador de contenido. “Desde luego, siempre estoy abierto a todos los comentarios. A mí me construye mucho que la gente critique los proyectos. Es muy importante porque estos proyectos no se terminan nunca, se adicionan y se abonan y crecen”.

Sí, como las ciudades.

Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío

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