Desde que somos pequeños aprendemos a identificarnos con el mundo que nos rodea y a la vez que proyectamos lo que sentimos tratamos de imitar aquello que consideramos bello y bueno. Decimos que la abeja es bonita porque da miel, que el sauce llora porque extraña a su amada o que el conejo alcanzó la luna por su valentía. Las historias que nos cuentan de niños y las que buscamos de grandes forman gran parte de como vemos el mundo y qué pensamos cuando nos asomamos a un espejo. Por eso es importante tener historias que reflejen nuestra realidad, historias donde podamos vernos y entender lo que el personaje está sintiendo, historias incluso que se vuelvan modelos. La Torá es una de las fuentes de conocimiento más importantes que tenemos en nuestras culturas (occidental, judía o latinoamericana) y podría decirse que es un compendio de historias.
Por lo mismo, también es un compendio de modelos y cada uno de los personajes que retrata trae para nosotros grandes aprendizajes sobre el hombre y la vida. Y así como la belleza de su narración es inigualable también nos ofrece una amplia variedad de contextos, móviles y motivos. Hay tantos personajes como tipos de personas hay en este mundo. Tenemos los que se revelan, los que obedecen, los que lideran, los que siguen, los que aman, los que traicionan, los que mienten, quienes luchan y quienes observan. Momentos de alegría, de tragedia, de encuentro, de separación. Y así como tenemos reyes y príncipes, también tenemos esclavos. Tenemos personajes de distintos oficios y profesión, que se encuentran en todo el espectro de la estructura social que un grupo humano puede llegar a tener. En esa variedad, la feminidad no se queda atrás.
Tenemos todo tipo de personajes femeninos: madres, doncellas, guerreras, hijas, juezas, ancianas, prostitutas y santas. Todas y cada una construyen la imagen de lo que la mujer puede ser, de cómo su género afecta o no sus relaciones y cómo son una parte esencial de la historia de la humanidad y la nación individualmente. Lauren Berkun estudia los personajes femeninos en los textos y la tradición judía y de ellos hace notar la enorme fortaleza que los caracteriza. Lea, Rajel, Hannah, Yehudit, Débora, Esther, todas son mujeres que se distinguen por ir más allá de lo que se esperaba de ellas y tomar en sus propias manos el destino de su vida y la nación judía. Son mujeres que muestran una gran valentía.
Particularmente Berkun habla de cómo dichos personajes están incluidos en una visión global de lo que el texto enseña sobre la identidad judía. En la conferencia titulada “Eshet Jail, mujeres guerreras de la tradición judía” analiza como el cuerpo de la heroína llega a representar el cuerpo político de Israel y lo que las mujeres guerreras del Tanaj nos enseñan de nuestra historia como judíos. Toma el ejemplo de Hannah (la hija de Matitiahu), Débora y Judit en contraposición a Dina al hacer su análisis y delinea algunos de los motivos que el texto presenta. Todas aparecen en un momento que la supervivencia del pueblo judío está en riesgo.
Dina y la mujer guerrera
Dina es el arquetipo de la mujer que es abusada por otro grupo. El texto relata que sale de las tiendas para crear amistad con las doncellas del lugar y es abusada y raptada por Shejem. Simón y Levi a través de un engaño vengan su nombre y limpian su honor. De todas las heroínas que aparecen en el Tanaj bajo circunstancias similares es la única que no toma su destino en sus manos y recurre a sus hermanos. Las demás heroínas representan una especie de espejo, de reparación a este suceso. Pues en la historia de todas se repite el móvil de la mujer que sale de sus tiendas hacia las tiendas del enemigo, hacia un territorio ajeno, y el móvil de la guerra y el engaño. Sin embargo, en las otras historias son historias donde las mujeres cambian el resultado de lo ocurrido. Se salvan de ser abusadas y al salvar ellas a su propia persona salvan a toda la nación.
Encontramos la historia de Hannah, la hija de Matitiahu, por quien inicia la guerra de Janucá. Incita a sus hermanos a defender su honor, engaña al general griego que deseaba yacer la noche con ella y entre todos logran matarlo. Vemos la historia de Yael que seduce a Cisera antes de cortarle la cabeza, de Judith que engaña a Holofernes y de Esther que a través de banquetes logra ganarse el favor del rey y mandar a la horca a Hamán. Todas son reparaciones a distintos niveles de lo ocurrido con Dina.
Son mujeres que en vez de ser vulneradas se defienden, en vez de ser penetradas entran e invaden las filas enemigas. Como bien resalta la erudito, son un ejemplo de cómo judíos pudimos sobrevivir siendo un grupo minoritario entre distintas culturas. Dina representa el peligro a que las tribus dejen de existir, por eso Simón y Levi toman las represalias que efectúan. El salir de tu tienda hacia las tiendas de los otros representa el miedo y el riesgo a perder por completo tu individualidad, tu tradición, tu conformación política.
Justo en las otras historias se viven momentos en que uno tiene que trasgredir los límites de su pueblo para que éste siga existiendo. Como judíos nos vimos obligados a ir más allá de nuestras tiendas, a encontrarnos con las otras culturas para mantener nuestra independencia. Como Berkun resalta, eso también nos obligo a vernos entre nosotros. A creer que la salvación puede venir de cualquier lado, de cualquier miembro de la comunidad, aunque éste no sea el esperado. Hay quienes dicen que el Mesías llegará con el rostro de un mendigo.
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