Las elecciones de los Estados Unidos de América del 5 de noviembre de 2024 arrojaron un resultado sorpresivo. El candidato Donald Trump se impuso con cierta facilidad a Kamala Harris, y el partido republicano se hizo de la mayoría en las dos cámaras del congreso.
Las encuestas dejaron mucho que desear. Se esperaba un resultado muy apretado, se presagiaban varios días de espera hasta decantar los resultados. Y, sin embargo, a las pocas horas de concluidas las elecciones los resultados ya eran claros, en lo referente al voto popular y al voto de los colegios electorales.
La campaña electoral americana, como la de muchos otros países, dejó mucho que desear. Es decepcionante el tono en el cual se dirigen unos a otros, las descalificaciones recurrentes y la intromisión en asuntos personales. La era de las redes sociales y la inmediatez de la información han contribuido a este clima de irrespeto que atenta contra la majestad de las instituciones y les resta mucho de la necesaria autoridad. Pareciera que en vez de elegirse al mejor de los buenos se elige al menos malo entre los peores.
Este resultado electoral de los Estados Unidos da para varias reflexiones. La primera es la poca confiabilidad de las encuestas. Y este error estadístico puede tener como causa parcial, mayor o menor, la percepción que la media generó en todos. Buena parte de los medios de comunicación considerados serios, de gran alcance e influyentes, hicieron del empate técnico casi una realidad. Mostraron su favoritismo por uno de los candidatos y crearon un ambiente algo ajeno a lo que realmente se vivía, o no tan predecible como pregonaban. Las reacciones de algunos de estos medios luego de conocidos los resultados son elocuentes.
No solo en los Estados Unidos la influencia de la media es determinante, su desempeño influye significativamente en la formación de opinión y toma de decisiones. Cuando esta media no se parcializa de forma evidente, cuando conserva cierta imparcialidad, el electorado y quienes tienen interés en los procesos acceden a información equilibrada. No seamos timoratos, por supuesto que cada comunicador y analista tiene su propia opinión y su tendencia, la idea es que esto no les nuble el juicio. Porque los electores no son torpes. Perciben con claridad los intentos de manipulación y hasta terminan con una opinión contraria.
Es un hecho la falta de propuestas ideológicas profundas y coherentes de parte de los partidos políticos. En Estados Unidos y en muchas partes. La fuente de propuestas políticas, de metodologías claras, de principios fundamentales, corresponde a los partidos políticos y a los políticos. Cuando esto no sucede, el vacío parecen llenarlo los opinadores de oficio, los encargados de cubrir los eventos y los formadores de criterio. El Cuarto Poder, otrora con una función informativa y contralora, se mueve a una posición de más influencia política,
pierde algo o mucho de su objetividad y entra a ser parte del juego electoral por defecto o por convicción.
Quizás el efecto de un Cuarto Poder afín a los demócratas y su agenda progresista fue el contrario a lo deseado. La superficialidad con la cual se tocaron algunos temas y la vehemencia en el enfrentamiento en otros, la insistencia en imponer un liberalismo que se acepta en ciertos sectores y se mira con reservas en otros muy amplios y con menos vocería, produjo una reacción algo más básica y premió a quien habló con un lenguaje quizás más llano. Este fenómeno ha ocurrido en varios países este año 2024, para sorpresa de encuestadores y futurólogos. ¿Será que los encuestados no expresan su verdadero sentir en un porcentaje demasiado alto ya?
El señor Trump se centró en los problemas del americano común: inflación seguridad personal. Mencionó con insistencia el lema de hacer una América grande de nuevo, apelando al sentimiento de superioridad imperial y policía del mundo que tiene su país, justo cuando se viven guerras despiadadas y largas, cuando las instituciones internacionales no tienen la fuerza para imponer sus decisiones o están muy desprestigiadas.
El Cuarto Poder actuó en mucho como el componente político que le faltaba y que fortalecía aparentemente uno de los bandos. Al hacerlo, con buenas o no buenas intenciones, pierde en mucho el poder que se le atribuye. Pasa de Cuarto Poder a partido, o parte de partido. Se parte al fin…
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