Una de las primeras menciones de la Torá a la relación que existe entre el hombre y los animales ocurre cuando D-os le pide Adán cuidar del jardín y dar nombre a las criaturas. Desde ese momento a través de los comentarios la filosofía judía ha remarcado la importancia del cuidado de la Creación y la sana relación que debe existir con los animales. Es más, uno puede hacer acciones que en principio estarían prohibidas durante el Shabat por alimentar a un animal o procurar su bienestar, dado que la compasión y el cuidado hacia los animales son uno de los valores que se fomentan. Ello es tan sólo un ejemplo muy pequeño de lo que la relación entre un hombre y un animal puede representar.
En la Torá también se habla de como uno es capaz de aprender de todo lo que existe ya sea a través de una relación directa con el ser o a través de la observación. Existe un midrash (relato de la tradición oral) que resalta el aprendizaje a través de los animales, nos dice que el hombre puede aprender virtudes de la naturaleza de cada animal y desglosa los ejemplos que nos dan. Hoy tenemos muchas más herramientas que el hombre antiguo para entender la importancia de esta relación. Si bien los sabios del pasado remarcaban la importancia del cuidado y la compasión hacia los animales, le hablaban a un público que realmente no entendía lo que es una mascota.
En nuestras sociedades modernas hemos integrado en gran medida el valor de ese cuidado y la profundidad a la que podemos llegar a través de las relaciones que entablamos con nuestras mascotas. Hoy ya se condena el maltrato animal, se piensa en el mundo emocional del mismo y se ve con ojos positivos la relación que se entabla entre cuidador y mascota. Incluso hay rabinos que dan clases de Torá alrededor de lo que han aprendido con sus gatos. El siguiente texto es una imitación tanto al midrash como a dichas reflexiones, busca explorar los principios judíos que aprendemos en nuestra relación con una mascota. En cierta forma es una celebración de su existencia y una incitación a cuidar de ellas.
Amamos más a quien damos
Una premisa judía muy fuerte es que “no damos a quien amamos, sino amamos a quien damos”. Esto tiene muchos significados e implicaciones, el primero es que el acto de dar en sí mismo es lo que genera el sentimiento de amor, a través del dar amamos a la persona o al ser al que damos. El segundo es que el amor no se basa como tal en el sentimiento que genera dentro de la persona que piensa amar, sino en la acción misma en el hecho de estar dando.
Varias estadísticas demuestran que en general la población gasta más en la salud de sus mascotas que en su propia salud. Esto es porque una mascota requiere de la atención constante de su cuidador y el hecho de que éste le de de forma cotidiana despierta un gran amor en la persona. Es más fácil dar a quienes amamos que a nosotros mismos y los cuidados que un animal requiere produce ese amor en la persona.
No fuerces el amor
Cuando los sabios analizan el personaje de Ishmael dentro de la Torá resaltan que heredó de Abraham la característica de “gesed” (amor), pero que en parte de su vida la expreso de forma negativa. Hablan de Ishmael como un hombre que carecía limites y que convertía el dar en una mala cualidad. Esto nos enseña que el amor no debe ser forzado y que el amor debe ser dado y recibido de forma libre donde las necesidades, los limites y la independencia de cada una de las partes sea respetada. Uno no puede dar esperando entonces a que el otro someta su voluntad a la de uno, es decir, uno no debe cobrar los favores que realiza, pues ese tipo de gesed, de amor, se convierte en una forma de conquista.
El rabino Shais Taub habla sobre las enseñanzas que obtuvo al intentar domesticar los gatos ferales que se habían apropiado de una propiedad vecina. Lo primero que el señala es justo el punto de no forzar el amor, él tuvo que esperar a que el lazo de confianza entre él y los gatos se formara para que empezaran a recibir la comida que les llevaba y para que empezaran a acercarse a su casa. Así es con cualquier animal que es adoptado, toma tiempo antes de que éste confíe en quien lo está cuidando.
Abrirse a entender a un otro
Otra premisa judía es que amar es ver la necesidad del otro en vez de imponer las necesidades de uno. Hay muchas alegorías en la Cabalá de que amar es retraer el yo del espacio que ocupa para abrir un espacio a la luz del otro. No hay nada que empuje a una persona a aceptar la diferencia y a entenderla como el tratar de entender y comunicarse con un ser que no tiene lenguaje y que en efecto pertenece a otra especie. Si bien uno no necesita sacrificar tanto como con un hijo o un familiar a la hora de comunicarse con su mascota, igualmente el atender sus necesidades de forma constante obliga al individuo a abrir un espacio a la diferencia.
Cuidar de un ser vulnerable
Dicen que no hay nada que hable más de una persona que el como se comporta en un puesto de poder, el Talmud incluso dice que a una persona la conoces realmente por su cartera, por como se comporta con el dinero, como somos con alguien vulnerable a nosotros dice mucho de quien somos realmente. Las mascotas son seres que están bajo nuestro absoluto arbitrio y poder, como las tratamos y qué hacemos con ellas es un espejo perfecto de las virtudes o las faltas de nuestro carácter.
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