Latente desde el medioevo en el imaginario social europeo, el antisemitismo ha vuelto por sus propios fueros y con renovados bríos a diseminarse metastásicamente al igual que durante el período de entreguerras (1918-1939), aciago tramo de la historia signado por el surgimiento en Italia del fascismo hacia 1922 y la fatídica ascensión del nazismo al poder en Alemania en enero de 1933.
Los hechos acaecidos recientemente en las calles de Ámsterdam tras la celebración de un partido de fútbol entre un equipo local (Ajax) y el representativo de Maccabi Tel Aviv patentizaron la aquiescencia de las fuerzas policiales, manifiestamente renuentes a evitar que una turba de presuntos militantes pro palestinos acometiera furibundamente contra los aficionados israelíes, desentendiéndose de la situación como aconteciera durante la infausta noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, tristemente recordada como “La noche de los cristales rotos (Kristallnacht)“, instancia en que las “fuerzas del orden” también miraron hacia un costado mientras a lo largo y ancho de Alemania y Austria más de 30.000 judíos eran sumariamente conducidos a centros de detención y casi un centenar perdía la vida, al tiempo que alrededor de 7.500 comercios judíos, cientos de sinagogas y edificios comunitarios resultaron literalmente arrasados a causa de los incendios y apedreamientos perpetrados por miembros de las SS y grupos de ciudadanos soliviantados por las diatribas judeófobas propaladas por el aparato propagandístico liderado por Joseph Goebbels, ministro de Instrucción Pública y Propaganda del Tercer Reich.
Remedando en su esencia las embestidas cosacas que a sable y fuego asolaron a las comunidades judías de Ucrania, Polonia y la Rusia zarista durante gran parte del siglo XIX y las primeras décadas del xx, la linajuda Europa, otrora cuna de las expresiones más elevadas del pensamiento, el arte y la cultura, vuelve a ambientar un pogromo, esta vez con las banderas del yihadismo como telón de fondo.
Las emotivas palabras pronunciadas por el monarca neerlandés reconociendo haber fallado a los judíos una vez más, nos retrotraen, inevitablemente, a aquellos ominosos años en que miles de judíos residentes en los Países Bajos fueron ignominiosamente arrojados a las fauces de la bestia nazi por parte de grupos paramilitares colaboracionistas.
Es de suponer que lo ocurrido el pasado 7 de noviembre ameritará el inicio de una profunda investigación, habida cuenta de que los servicios de inteligencia y seguridad locales fueron previamente advertidos por sus pares israelíes acerca de la posibilidad de que la parcialidad visitante fuera atacada. Cabe preguntarnos cuáles hubiesen sido las medidas adoptadas si este intento de linchamiento colectivo hubiese afectado a miembros de otras minorías…
En tal sentido, resulta deleznable el doble rasero de innúmeros organismos y gobiernos a los cuales jamás les tiembla el pulso al momento de condenar a Israel cuando urgido por las circunstancias repele enérgicamente a quienes atentan contra su soberanía y la vida de sus habitantes. Sí, son los mismos que definen eufemísticamente a Hamás como “grupo de resistencia”, a sabiendas de que una de las principales consignas de su carta fundacional es la erradicación del pueblo judío de la faz de la tierra.
Mientras Hezbolá construye túneles a discreción con total impunidad en el sur del Líbano a pocos metros de las bases de UNIFIL (Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano), ha sido ostensiblemente escasa la difusión dada a tamaño desaguisado. No menos indignante ha sido la constatación de la presencia de terroristas encubiertos prestando funciones en la UNRWA (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina), en su momento identificados como miembros de las brigadas que cometieron el barbárico atentado llevado a cabo el 7 de octubre de 2023.
En tal sentido, Antonio Guterres (Secretario General de la ONU), tan afecto a enarbolar el estandarte de los DDHH, debería pronunciarse al respecto, al igual que las grandes cadenas mediáticas hegemónicas cuya propensión a tergiversar la realidad ha sido una constante, convalidando sin previa verificación información proporcionada por los voceros de Hamás. Cabal ejemplo fue lo acontecido en el hospital Al Shifa de Gaza, alcanzado en su estacionamiento por un misil presuntamente lanzado por las FDI, hecho a la sazón desvirtuado al revelarse que la autoría del ataque correspondía a la Yihad islámica. Las disculpas presentadas a posteriori por la BBC luego de haber expuesto a Israel al escarnio público, de poco y nada sirvieron.
“Miente, miente, miente, que algo quedará, mientras más grande sea una mentira más gente la creerá”, señalaba el propio Goebbels al diseñar sus maquiavélicas estratagemas difamatorias en perjuicio de los 500.000 judíos alemanes. En nuestros días, bajo el reinado de su majestad la posverdad, al parecer también todo vale.
El gran Mark Twain, haciendo gala de su singular sentido de la ironía, aseveró alguna vez que “mientras la verdad se calza sus zapatos, la mentira ya ha dado media vuelta al mundo”…
Bajo la actual coyuntura, la diáspora judía ha comenzado a padecer los efectos de una escalada discriminatoria de ribetes inimaginables. Monumentos, cementerios y centros comunitarios son recurrentemente vandalizados en Nueva York, Montevideo, Londres, Madrid, Roma, Buenos Aires, por citar algunos ejemplos, con similar animadversión a la imperante durante la oscura noche inquisitorial medieval o bajo la égida del nazismo, momentos de oscurantismo en los que el simple hecho de ser judío configuraba un delito.
Transitar hoy por las calles de París, Londres o Barcelona hablando en hebreo, portando una kipá o una estrella de David, constituye de por sí, en un mundo kafkianamente atribulado y sometido a los arbitrios de la sinrazón, un acto de temeridad. Por si ello fuera poco, el derecho a circular libremente y escoger un lugar de residencia consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) ha quedado reducido, como tantos otros, a una mera expresión de deseo.
Ahora bien, ¿cuándo la civilización occidental tomará cabal consciencia de que la avanzada yihadista no solo se propone borrar del mapa a Israel, sino también expandir por doquier la ley islámica (Sharía), sustanciada en la preconización del pensamiento único y la sacralización de dogmas coercitivamente impuestos?
Para el activismo woke la romantizada reivindicación de las acciones terroristas impunemente patrocinadas por Teherán y ejecutadas por sus proxis se ha vuelto, de un tiempo a esta parte, una insana costumbre legitimadora de quienes, negando con supina obstinación el inalienable derecho de Israel a existir, no hacen más que dar por tierra con todo intento de pacificación posibilitador de una armoniosa convivencia entre el pueblo israelí y sus vecinos regionales.
Psicólogo clínico, docente, ensayista y columnista.
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