Hace muchos años rab Hirsch escribió “El catecismo del judío es su calendario” y muestra cómo algo que podría parecer tan volátil como el tiempo y el cambio continuo se vuelve eterno en la doctrina judía, pues es a través del tiempo que el judío se acerca a D-os. “Los sacerdotes mueren, los monumentos decaen, los templos y altares se vuelven añicos, pero el tiempo prevalece para siempre, y cada día nuevo emerge fresco y vigoroso de su retoño”. Los eventos más importantes de nuestra vida como judíos ocurren atadas al tiempo. Y el tiempo se presenta en muchas de las acciones y prácticas que tenemos, las siguientes tradiciones son tan sólo una muestra pequeña del rol que el tiempo juega en la doctrina judía, y las enseñanzas que nos ofrece.
Santificación de la luna y las festividades. El pacto entre D-os y el hombre
Quizás la mitzvá (mandato) más importante con respecto al tiempo en la tradición judía es la santificación de la luna. En la época antigua, el conteo de los meses se designaba a través de observar la luna, tras luna nueva la gente observaba el cielo y quien quiera que viera la luna nacer corría al Sanhedrín y afirmaba haber visto la luna, cuando habían dos testigos el Sanhedrín designaba el inicio del mes. En la filosofía judía, ello representa la máxima unión que hay entre el hombre y D-os, pues es D-os que el ordena al hombre santificar la luna, pero es el hombre el que acepta ese mandato y que designa el haber visto la luna. Sin los testigos o sin el Sanhedrín los meses mismos no existirían y no sería posible realizar las festividades. Por eso la palabra en hebreo “moed” que significa festividad también quiere decir “cita” porque es la cita que el hombre y D-os cumplen.
Las primicias
En el Israel antiguo se realizaban sacrificios en el templo como una forma de acercarse a D-os. Uno de los más importantes eran las primicias, conocidas como “bikurim” en hebreo. Un campesino antes de probar los frutos de su trabajo ofrecía parte de su primera cosecha en el Templo, tras realizar ese sacrificio podía comer de lo que había cultivado. El ofrecimiento cumple varios propósitos simultáneamente: le da la posibilidad al campesino de disfrutar con mayor gozo su cosecha, pues ésta ya fue revestida de espiritualidad, vive la conjunción inmediata entre lo material y lo subjetivo y lo hace vivir con mayor presencia su agradecimiento; le recuerda su origen, en el texto de agradecimiento se recuerda la salida de Egipto y le hace ver con mayor profundidad la relación entre D-os y el hombre, pues el cultivo de la fruta requiere de ambos, del trabajo del labrador y de que las condiciones ambientales se den a través del tiempo.
El Shabat
Finalmente una de las prácticas judías más conocidas es la del Shabat. En el séptimo día (el sábado) no se realiza ningún trabajo que altere la materia, es decir que genere una nueva creación. Ello permite al hombre dedicarse a su espiritualidad, le permite abstraerse del mundo que lo rodea y recibir de otra forma su propia realidad. Es un día que uno se dedica a celebrar, a ver amigos y familia, a estudiar y a rezar. Su objetivo es poder ver lo que recibimos de manera constante y redirigir nuestro camino cada semana.
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