Años de recopilación de información dieron como resultado que las FDI pudieran eliminar a líderes clave de Hezbolá y aplastar la moral del grupo sin una respuesta catastrófica.
Imaginemos al Secretario General de Hezbolá, Hassan Nasrallah, en el apogeo de una guerra, ordenando a sus fuerzas ejecutar ataques coordinados: miles de salvas de cohetes combinadas con vehículos aéreos no tripulados y misiles. Sin embargo, no hay respuesta: comandantes eliminados, centros de mando destruidos y bombas antibúnkeres que derrumban la infraestructura subterránea.
Durante la Segunda Guerra del Líbano, Hezbolá demostró capacidades avanzadas de mando y control (C2). Las órdenes, la coordinación y la supervisión se transmitían sin problemas desde los comandantes en Beirut y el sur del Líbano a las fuerzas operativas, lo que permitió una resistencia eficaz contra las FDI, especialmente durante las operaciones terrestres. Estas capacidades no sólo facilitaron la recopilación de información sobre las posiciones de las FDI en el Líbano, sino que también permitieron ataques sorpresa y refuerzos de unidades en peligro.
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Después de la guerra, Hezbolá reconoció el valor de sus sistemas C2 y priorizó la inversión en esta área. A partir de 2008, Hezbolá, con la ayuda de expertos iraníes, se transformó en un ejército terrorista organizado. Surgió una jerarquía disciplinada, equipada con activos militares, herramientas de comunicación avanzadas, tecnologías de inteligencia, planes operativos y protocolos de emergencia. Algunas instalaciones estaban sobre la superficie, mientras que otras estaban ocultas bajo tierra para evadir la inteligencia israelí y resistir los ataques aéreos.
El mayor general (en la reserva) Yossi Baidatz, entonces jefe de la División de Investigación de las FDI, identificó los sistemas C2 de Hezbolá como una fortaleza y una vulnerabilidad potencial en conflictos futuros. Convenció al entonces jefe de Estado Mayor, Gabi Ashkenazi, de priorizar la recopilación de inteligencia destinada a desmantelar la infraestructura de Hezbolá. Este esfuerzo de inteligencia, que duró años, culminó en un expediente exhaustivo que se guardó de cerca para garantizar que Nasrallah no supiera de la vigilancia de Israel.
“Fue una larga guerra de ideas entre las FDI y Hezbolá, en la que triunfó la determinación”, explicó un alto oficial de reserva involucrado en el esfuerzo. “Pero que nadie se equivoque. Esto es un trabajo de hormigas: innumerables pequeñas acciones y cooperación interdepartamental”.
Funeral de un agente de Hezbola (foto: mohammad kassir/shutterstock)
El mayor A. (29), jefe de la sección C2 en el cuartel general operativo de la Fuerza Aérea de las FDI, proporcionó información poco común sobre los esfuerzos de las FDI para desbaratar a Hezbolá. Estas operaciones frustraron bombardeos masivos de cohetes dirigidos contra civiles israelíes e interrumpieron ataques coordinados contra tropas terrestres de las FDI, según The Jerusalem Post.
“Una organización como Hezbolá es comparable a un cuerpo humano”, explicó el Mayor A., un navegante de combate. “Tiene un cerebro (comandantes superiores) y nervios para la comunicación. Nuestra misión en la división C2 es interrumpir esta red. Apuntamos a todo, desde Nasrallah hasta los comandantes de nivel medio”.
La división C2 de la Fuerza Aérea es responsable de la recopilación de inteligencia, la planificación y los ataques de precisión contra el liderazgo y las unidades operativas de Hezbolá. Antes de las operaciones terrestres de las FDI en el sur del Líbano, la división alcanzó niveles de preparación sin precedentes.
Golpeando el sistema nervioso de Hezbolá
Una operación, “Punto Muerto”, tuvo como objetivo la sede de inteligencia de Hezbolá a fines de septiembre, interrumpiendo su capacidad para gestionar actividades. Los ataques posteriores, como “Luz de luna”, tuvieron como objetivo centros de comando subterráneos que se creían invulnerables, lo que afectó gravemente la continuidad operativa de Hezbolá.
“Logramos avances significativos al atacar activos clandestinos y estructuras de liderazgo”, dijo el Mayor A. “Esto disminuyó severamente la capacidad de Hezbolá para coordinarse contra nuestras operaciones”.
Los ataques también socavaron la moral de Hezbolá. “No podían ejecutar operaciones a gran escala y sus líderes estaban siendo eliminados”, explicó el Oficial G., un oficial de planificación del C2. “Nuestras operaciones dejaron un impacto duradero en sus capacidades y moral”.
Los esfuerzos se extendieron también a las operaciones cibernéticas. En julio, las FDI atacaron a cinco agentes cibernéticos de Hezbolá involucrados en inteligencia y ciberataques. “Gracias a la excelente inteligencia, ejecutamos un ataque preciso”, reveló el Mayor A.
A medida que las fuerzas terrestres de las FDI avanzaban, Hezbolá luchaba por reagruparse u organizar ataques a gran escala debido a la pérdida de centros de comando y líderes. “Alteramos la capacidad de Hezbolá para funcionar como una fuerza militar”, dijo el comandante del C2. “Las unidades locales quedaron abandonadas a su suerte”.
Al reflexionar sobre las operaciones, el oficial G. señaló: “Después de la primera ola de ataques, los agentes de Hezbolá evitaron los dispositivos de comunicación por miedo a ser rastreados. Este caos les impidió coordinarse, fracturando aún más su organización”.
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