El Monte Sión de Jerusalén está lleno de misterio y sorpresas, pero este verano, los arqueólogos desenterraron un tesoro que dejó a los expertos rascándose la cabeza y sonriendo de alegría. En medio del polvo y las ruinas de un sitio que data de los períodos bizantino y del Segundo Templo, un destello de porcelana reveló un hallazgo notable: un fragmento de un cuenco chino del siglo XVI con una inscripción poética en mandarín: “Por siempre guardaremos la eterna primavera”.
Aunque ya se había encontrado porcelana china antigua en Israel, este es el primer descubrimiento que presenta una inscripción china real.
Se trata de un pequeño fragmento de porcelana, que data de la dinastía Ming (1520-1570) y contiene la inscripción china más antigua conocida descubierta en Israel.
Durante tres años, la Autoridad de Antigüedades de Israel (IAA) y el Instituto Protestante Alemán de Arqueología (GPIA) han estado excavando profundamente en el pasado histórico del Monte Sión. Dirigidos por el profesor Dieter Vieweger, su excavación ha desenterrado principalmente reliquias antiguas de hace más de 1.500 años. Pero este pequeño fragmento de porcelana, que data de la dinastía Ming (1520-1570), reescribió algunas de las narrativas conocidas de la historia del sitio, publicó The Jerusalem Post.
Todo comenzó cuando Michael Chernin, un arqueólogo de la IAA, vio un objeto colorido que sobresalía del suelo durante las preparaciones del sitio. Intrigado, recuperó y limpió cuidadosamente el fragmento, revelando una inscripción. Entró en escena la Dra. Anna de Vincenz, una especialista en cerámica, quien rápidamente identificó las marcas como chinas. Para descifrar el texto, el equipo recurrió a Jingchao Chen, un investigador de la Universidad Hebrea de Jerusalén, quien tradujo la frase poética que adornaba el cuenco.
El viaje del cuenco desde China hasta el Monte Sión es una historia de imperios y rutas comerciales. En el siglo XVI, la dinastía Ming disfrutó de florecientes relaciones comerciales con el Imperio Otomano, que en ese momento gobernaba la Tierra de Israel. Los registros históricos describen al menos 20 delegaciones otomanas que visitaron la corte imperial en Pekín entre los siglos XV y XVII.
Los escritos del erudito chino Ma Li de 1541 brindan más pistas, al señalar colonias comerciales chinas en ciudades como Beirut, Trípoli e incluso Jerusalén. Estos vínculos comerciales trajeron no solo productos exóticos como especias, sino también artículos elegantes como porcelana, un producto preciado en todo el mundo.
Si bien ya se había encontrado porcelana china antigua en Israel antes, este es el primer descubrimiento que presenta una inscripción. “Es un recordatorio tangible de lo interconectado que estaba el mundo, incluso hace siglos”, dijo Eli Escusido, director de la IAA. “Este mensaje poético en chino, encontrado en un lugar tan inesperado, agrega un hermoso capítulo nuevo a la historia de Jerusalén“.
A medida que avanza la excavación, una cosa queda clara: el Monte Sión tiene más secretos para compartir, y esta obra maestra de la dinastía Ming es una prueba de que las historias más grandiosas de la historia a menudo vienen en los paquetes más pequeños.
Una historia de dos pueblos
El término hebreo para China, “Pecado” (Sin), se encuentra en las escrituras judías del Tanaj, en particular en el capítulo 49 de Isaías, versículo 12, que dice:
הִנֵּה-אֵלֶּה, מֵרָחוֹק יָבֹאוּ; וְהִנֵּה-אֵלֶּה מִצָּפוֹן וּמִיָּם, וְאֵלֶּה מֵאֶרֶץ סִינִים
He aquí que éstos vendrán de lejos; y he aquí, éstos del norte y del oeste, y éstos de la tierra de Sinim.
Aunque no hay evidencia concluyente que vincule geográficamente el término bíblico de la tierra de Sinim con la nación moderna de China, la extensa red de antiguas rutas comerciales, como la Ruta de la Seda, hace plausible que los comerciantes de Oriente, incluidas las regiones de lo que hoy es China, llegaran al Levante, trayendo consigo bienes, ideas e influencias culturales que enriquecieron el mundo mediterráneo.
Una larga historia de judíos y China
Históricamente, las primeras interacciones documentadas entre judíos y chinos se remontan al siglo XI, cuando los comerciantes judíos que viajaban por la Ruta de la Seda establecieron una pequeña comunidad en Kaifeng, ubicada en la provincia de Henan. Esto marcó el comienzo de una larga, aunque intermitente, historia de encuentros entre las dos civilizaciones.
La comunidad judía china nativa todavía se conoce comúnmente como “judíos de Kaifeng”. Algunos historiadores han señalado que existe la posibilidad, aunque no está documentada, de que los judíos llegaran a Kaifeng ya en los siglos VII u VIII y vivieran en China durante las dinastías Tang y Song (siglos VII al XIII d.C.).
Una de las interacciones más significativas se produjo durante la Segunda Guerra Mundial, cuando China ofreció refugio a los judíos que huían de la persecución en Europa. La protección brindada a los judíos europeos durante este período oscuro sigue siendo un testimonio del vínculo humanitario compartido entre los dos pueblos. Siglos antes, los comerciantes judíos y las comunidades chinas interactuaron esporádicamente, pero estos momentos sentaron las bases para el respeto mutuo que más tarde definiría su relación.
David Ben-Gurion, uno de los padres fundadores de Israel y su primer primer ministro, reconoció la importancia de China en el escenario mundial mucho antes del establecimiento del Estado de Israel en 1948 o la República Popular China (RPC) en 1949. Ya en 1937, Ben-Gurion enfatizó la importancia estratégica de fomentar los vínculos con China. Después de la creación de la RPC, Israel fue uno de los primeros países en reconocerla formalmente. Sin embargo, hasta enero de 1992 no se establecieron relaciones diplomáticas plenas.
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