“Ami-Chai (mi pueblo vive) es una organización que sirve a los soldados en el sur (de Israel). Les provee un momento de descanso cuando tienen oportunidad de dejar el frente. Se les da comida, se les da calidez, se les da una fruta y se les dan los suministros que necesitan para pelear por Israel. Es impresionante”.
Así lo explica Maxine Dovere, periodista quien nos acompaña hasta este centro voluntario enclavado en Mavki’im, un moshav próximo a Ashkelon, de 517 habitantes, según el último censo, en 2022. Aquí, los soldados pueden encontrar un refugio para reponer energías, comer alimentos frescos e incluso lavar su ropa antes de regresar a los duros combates de Gaza.
“Esto lo empezó uno de los miembros de la familia Uzzan (son del norte de África, de origen nigeriano y marroquí). Empezaron construyendo un lugar para traer comida… Y luego hicieron este gran complejo que incluye (zona de) comida, cocina, baños, regaderas y lavandería”, agrega Avi Camhi, el guía que nos muestra este simbolo de la solidaridad de la sociedad israelí.
En la carpa de Ami-Chai hay una especie de mural en el que la gente ha colocado calcomanías adheribles que muestran los rostros sonrientes de algunas personas que murieron el 7 de octubre, asesinadas por Hamás en el Nova Festival, y de algunos de los militares que cayeron en combate, en una guerra que apenas ahora, más de un año después de su inicio, parece dar visos de tregua.
En esa pared se pueden ver impresiones con códigos QR que los interesados pueden escanear para conocer la historia de las víctimas, pero también de la organización voluntaria y cómo ayudarla.
Mientras nos encontramos en el sitio aparece una mujer. Trae consigo un par de enormes ollas con comida: couscous y verduras. Cada día, según nos cuentan, la misma mujer aparece en Ami-Chai con un guiso diferente, una manera de reparar el ánimo y las energías de los soldados que llegan a buscar refugio aquí antes de regresar a los combates.
Ami-Chai también ofrecen comida fría: sándwiches, bizcochos, fruta… Apenas a la vuelta está la lavandería. Los soldados de las FDI pueden comer algo mientras su ropa da vueltas en las tinajas. Ellos mismos pueden asearse en los baños que los voluntarios construyeron ahí, bajo el sol abrasador del desierto israelí, como un gesto de solidaridad hacia aquellos que ofrecen su vida en sacrificio por el resto de los habitantes del país.
Hasta estas instalaciones, que ahora se preparan para afrontar el tiempo invernal, llegan bien empaquetados los productos que la gente de todo el territorio envía para los soldados. En los empaques pueden verse notas y dibujos, corazones, muestras de gratitud y mensajes de ánimo.
Así, Ami-Chai funciona como una especie de fractal del espíritu que hoy une a la sociedad israelí y, en buena medida, a la civilización judía.
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