¿Qué harías si tu hermana fuera ultrajada?/ Desde las calles de Israel

Iaacov vuelve a Kanan, hoy Israel, luego de veinte años de vivir en Jaran (la actual Siria), envía ángeles emisarios a Esav con la esperanza de lograr una reconciliación; pero sus mensajeros reportan que su hermano está en camino hacia él con 400 hombres armados. Iacov se prepara para la guerra, reza y envía un gran regalo a Esav (que consistía en cientos de ovejas y vacas) para calmarlo.

 

Iaacov compra un terreno cerca de Shjem, cuyo príncipe, también llamado Shjem, rapta y viola a la hija de Iaacov, Dina. Ninguno en Shjem protesta por esta conducta brutal. Los hermanos de Dina, Shimón y Leví, van a la ciudad, rescatan a su hermana y luego castigan al culpable, a todos sus cómplices y a los que habiendo podido ayudar a Dina, no lo hicieron.

El capítulo termina con la muerte de Ytzjak a los 180 años y con una lista de todos los descendientes de Esav.

Los actos de Shimón y Levi. ¿Venganza o justicia?

Estos jóvenes, Shimón y Levi decidieron tomar cuentas por su propia mano. Distintos de su padre Jacob quien no se atrevió a buscar pleito con su hermano Esav, que quería destruirlo; por el contrario, logró la concordia.

¿Acaso Shimón y Levi es la clase de líderes que queremos que sirvan de ejemplo para nuestros hijos? ¿Es este el comportamiento de personas que predican el amor y los valores que el pueblo necesita?

Bien, ubiquémonos en la edad de bronce: no hay leyes, códigos, juzgados o jueces internacionales. Impera la palabra y el estatuto del más fuerte. Por otro lado la educación original que Jacob inculcó a sus hijos en esta parte del mundo, acentúa la importancia de la mujer en la familia, como pilar del legado histórico. … y esa columna primordial ha sido ultrajada.

El profanador de Dina no es cualquiera. Es el hijo del rey, no se lo puede confrontar de manera directa. Es poco probable que el rey le ordene a su hijo que la libere. El resto de los ciudadanos, dadas las circunstancias, defenderían al príncipe. Son Shimón y Levi contra el pueblo: dos contra muchos. Incluso si se tratara de todos los hijos de Iaacov, no hay forma de enfrentarlos.

Shimón y Levi decidien tender trampa.

Dejaron que Dina se casara ante los ruegos de Shejem y su padre el rey, pero bajo una condición. Todos los miembros de la ciudad debían ser circuncidados. Ellos, el pueblo de Shjem, al ver las ventajas a largo plazo que implicaba la unión con la tribu vecina, estuvieron de acuerdo.

Los hombres convalecientes por la operación son vulnerables.

Shimón y Levi entran a la ciudad y matan a todos. Rescatan a Dina y la llevan a casa. El resto de los hermanos saquea la ciudad.

Iaacov se horroriza: “Han logrado que me odie la gente”, dice. “¿Qué se suponía que hiciéramos?”, preguntan los dos hermanos; “¿Deberíamos haber dejado que trataran a nuestra hermana como a una prostituta?”. Es decir, que Shjem dio ese trato a su hermana y luego quiso redimirla. Si así fue el trato al inicio ¿cómo sería el resto de la relación? Aquí termina el relato en el texto, como sugiriendo que el lector genere su propia solución ¿justicia o venganza?

Rabinos de todos los tiempos han discutido si fue una acción justa la de Shimón y Levi o un exceso.

El capítulo anterior “vayetze” cuya liga está en la descripción, relata “Iaacov tenía miedo y estaba angustiado” (Génesis 32:8). Sobre esto los sabios dijeron: ” Con miedo, por temor a que lo maten; angustiado, por temor a que lo forzaran a matar”. Tal parece que en este asunto humano, la Torá pone en decisión humana la respuesta, la elección o no de la violencia.

El príncipe mimado actuó aun sabiendo las consecuencias: le agradó la sensación de poder sobre una mujer.

¿Qué hará cuando sea rey? Pero a Jacob le preocupa su imagen en el mundo: “Han logrado que me odie la gente”. Las emprendimientos osados, generalmente no son populares.

Si transitas el camino de la guerra, cargarás una gran responsabilidad. Como dijo Friedrich Nietzsche: “Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo”.

¿Tenemos la fortaleza para ser responsables de nuestros actos, por terribles que sean? ¿Prefieres diluir tus decisiones individuales en el cobijo de un grupo, colectivo o partido? ¿O quizá estamos demasiado asustados para asumir un riesgo grande y encararnos contra los monstruos?”.


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Ricardo Silva: