Intentar traducir la dinámica política que se desarrolla en Israel a nuestros lectores de la diáspora, es siempre una tarea más que difícil, ya que depende más de la capacidad de aceptación. de los lectores de situaciones que suenan a falsas o imaginarias, que de la habilidad literaria de quienes intentamos darles una fotografía aproximada de nuestra realidad.
No hay duda que Netanyahu es un gran político, casi tan grande como su egocentrismo, capacidad actoral y dominio del inglés.
Cualidades que le permitieron a lo largo de su carrera política una táctica de fagocitacion de adversarios políticos, pero también aliados, cuya sombra le empezaba a molestar.
La vieja fórmula “divide para gobernar” es su religión, su común denominador en toda su carrera y en estos últimos casi 20 años en el poder de Israel.
En esta táctica de división permanente del sistema político israelí estimulada desde la oficina del primer ministro donde todo vale, todo está permitido, lo ético y anti ético, lo legal y lo ilegal. Ya que lo ilegal con mayoría parlamentaria, con una alzada de mano de la coalición oficialista se hace legal, sin mucho problema.
Mientras tanto nuestro líder supremo, emulando a Messi, Maradona y Pelé juntos, mueve su cintura politica atacando a quien lo ataca.
El domingo 16 de noviembre, Bibi se presentó por tercera vez como acusado de corrupción en los tribunales. En sus dos alegatos anteriores, lejos de responder a las acusaciones de la fiscalía , su alegato fue netamente político, atacando a la prensa, el sistema de justicia , la policía que lo investigó, el Mossad y el jefe de las fuerzas de defensas de Israel.
Su abogado defensor ya dijo que ése era un juicio stalinista, un nuevo caso Dreyfus.
En su defensa, Bibi Netanyahu desmintió que no quería asistir al juicio y dijo que él, más que nadie, quiere declarar, que por fin llegó su hora y el mundo sabrá la verdad de esta verdadera cacería humana.
Claro que no explicó porque su abogado defensor y todos sus ministros pidieron a los jueces que posterguen el juicio, debido a la situación de guerra y el peligro que corre su vida.
En la pasada sesión y durante sus próximas declaraciones no debemos esperar otro tipo de respuestas ya que Bibi Netanyahu no habla a los jueces; habla a su base política que aún le cree, base política que también escucha de los ministros y diputados más fanáticos de Netanyahu palabras como guerra civil, golpe de estado y la voz de los jueces no puede valer más que la del pueblo que vota.
La presión social por la liberación de los secuestrados cae sobre el cuello de Netanyahu ya que no puede justificar un por qué no un alto el fuego con un Hamás destruido, en una franja de Gaza convertida en una playa gigante de estacionamiento.
Y por qué sí con un Hezbolá también destruido en su cúpula y capacidad militar en el sur del Líbano, pero intacto políticamente.
Trump también quiere un acuerdo en Gaza, donde hay ciudadanos de EEUU también secuestrados.
De modo que es de suponer que una comisión investigadora se conforme apenas haya un acuerdo con Hamás.
Pero Bibi y su gente ya tienen su artillería lista para disparar y fracturar nuevamente la sociedad israelí con la reforma judicial, para poner una corte suprema politizada y con los colores bibistas.
La oposición seguramente recuperará fuerza y quizás hasta le gane a Netanyahu las elecciones si logra unirse, pero ese será el límite de Netanyahu que no dudará en sacar su gente a la calle.
Bibi, desgraciadamente, no se resignará a ir preso o perder las elecciones e ir preso.
Llegará el momento que toda la oposición en Israel tendrá que pensar si la prisión de Bibi y el criterio de igualdad ante la ley, que consta en la carta de la independencia, es más importante que el mantenimiento de nuestro sistema democrático .
Es allí cuando el fantasma de esa palabra llamada amnistía nos hará levantar las dos manos, pidiendola para Benjamín Netanyahu, que al igual que el alacrán, no durará en picar la tortuga, con la diferencia que la naturaleza de Netanyahu es sobrevivir .
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