Lo que a ella, a su hermano y a su madre les ocurrió hace ya muchos años no tenía nombre entonces. Hoy se le llama “violencia vicaria”, y es el uso de los hijos para herir o causarle daño a la pareja. Una de las formas típicas de este tipo de agresión es, sin más, robarse a los hijos. ¿Qué le puede causar más angustia y dolor a una mujer que ver cómo su esposo desaparece con los niños?
“Mi primer libro, Básicamente, es la historia de mi papá cuando nos secuestra a mi hermano y a mí. El día de mi cumpleaños de cinco años decide secuestrarnos para vengarse de mi mamá“. La voz le pertenece a Tamara Trottner y el libro al que se refiere se llama Nadie nos vio partir (Alfaguara, 2020), su primera novela. Hoy, sin embargo, nos hemos reunido con ella con el pretexto de conversar sobre la segunda, Pronunciaré sus nombres, de reciente aparición.
Pero la conversación va tirando de nosotros hacia atrás y nos dejamos llevar, pues nuestro deseo es conocer el momento en el que nació la escritora que hoy triunfa en el complicado mundo editorial. Ese instante en el que una chispa se enciende en el alma de quien, a la postre, encontrará en las letras su forma particular de saldar cuentas con el pasado y con el mundo.
Trottner: “Desde muy chiquita mi forma natural de comunicación eran las letras”
O sea, si me peleaba con una amiga, le escribía una carta, si me cortaba el novio escribía un poema. Ese era como mi forma natural. Luego, un día en prepa, tuve un maestro que se llamaba Felipe San José, que nos hizo un ejercicio de escribir un poema y yo escribí mi poema y me llevó a Canal 11 a leer el poema porque le gustó. Y ahí fue la primera vez que dije ‘mira, está interesante esto de escribir y compartir lo escrito’.”
Muchos años más tarde nació, de lo que ella denomina un estado de ebullición interior, ese primer libro, “y pues la publica Alfaguara y, como dicen, lo demás es historia”. En Nadie nos vio partir, Trottner revive aquel periodo convulso de su vida en el que ella y su hermano fueron arrancados del seno materno para vivir la aventura de sus vidas. Una aventura no elegida. Una aventura que era, en realidad, la venganza de un hombre despechado.
“Hay una historia de amor prohibido. Hay una historia de la comunidad metiéndose un poco en qué va a suceder. Dos familias muy poderosas de la comunidad, porque mis dos abuelos, habían hecho mucho dinero, pero sobre todo mucho nombre en la comunidad. Eran dos pilares comunitarios. Entonces pues viene una guerra de poderes, de egos.
“Mi papá nos lleva primero a Italia, luego a Francia, luego a Sudáfrica. Finalmente acabamos en un kibutz en Israel, a donde ya mi mamá nos encuentra. La comunidad judía también ayuda muchísimo porque gracias a la comunidad se hace un juicio en Jerusalén y ahí se obliga a que regresemos a México, a hacer un juicio legal de quién tiene la patria potestad”.
Y añade Trottner:
“Es toda esa historia y luego es mi historia, un poquito en mi rencor contra mi papá, en no querer hablar con él, en mi reencuentro con él, en los perdones que nos damos uno al otro. Y finalmente, estar en paz. Y no solo estar en paz con la historia: incluso agradecerla. Porque hace poco una persona en un club de lectura me dijo ‘oye, te ves como muy normalita y como muy bien, a pesar de todo lo que te pasó’. Y dije: ‘no, es que no es a pesar, es gracias a todo lo que me pasó’. Yo creo que si esta soy, y que me caigo bien y que me gusta quién soy como mamá, como pareja, como amiga, es gracias a toda esa historia”.
Durante dos años, la madre e Tamara Trottner puso al mundo de cabeza para dar con ella y con su hermano. “Entra la Interpol, entra el FBI. Mi mamá no deja de buscarnos. Pero hay mucha compra de información. Entonces le dan información equivocada y viaja a países que no son. Sí, es una historia, para mi mamá, tremendamente fuerte.
“Pero nunca dejó de buscarnos. Nunca dejó de decir ‘voy a tenerlos’. Y yo creo que eso y el regresar con ella… Porque además, mi mamá es una mujer —a quien la conozca— es de veras la mujer más asombrosa que yo conozco.
Y el regresar a estar con ella y entender ese amor tan profundo que nos tenía —que mi papá nos había hecho creer que mi mamá no nos quería—, pues nos convirtió en seres humanos que estamos bien con la vida”.
Las mujeres en la comunidad judía
Su madre, dice Trottner, “se salió del redil”. Piensa que eso causó la ira del esposo, el padre de Trottner. “Creo que mi mamá a lo mejor se salió, se brincó las trancas, como dicen, de lo que era la mujer judía en los años ’70. Que eran mucho más sumisas, obedecían al esposo, tenían que estar ahí. Y mi mamá decidió: ‘no, no voy a obedecer’.”
Así como esa novela retrata el machismo de una sociedad, “nos enseña también mucho que la mujer tiene la capacidad y tiene el poder y tiene la fuerza de luchar y de lograr lo que se propone. Y a pesar del miedo que siente. Obviamente, mi mamá tuvo muchísimo miedo pero luchó con todo”.
En la década de los setenta, “yo creo que lo que sucedía era que las mujeres estaban muy acostumbradas a casarse muy chiquitas, no tener una carrera, no tener un trabajo, entonces no se podían mantener solas. Incluso hoy sucede mucho”, reconoce la autora. Claro, es una situación que no se limita a la comunidad judía:
“He estado en el Congreso de Nuevo León hablando con cientos y cientos de mujeres que están viviendo la violencia vicaria y el gran problema es eso:
‘No tengo el dinero para pelear por ellos. No tengo el dinero. Mi esposo es muy, muy rico, es muy poderoso. Yo me dediqué a la casa y ahora que me los quita, no tengo a quién acudir’.
“Entonces muchas veces son años y años que están sin sus hijos. Muchas veces toda la vida porque no tienen cómo enfrentarlo. Mi mamá tuvo el gran apoyo de mis abuelos, que yo creo que es increíble porque en esas épocas (era inusual) decir ‘¿sabes qué? Apoyo a mi hija y lo que haya sucedido pues sucedió, pero yo la apoyo en que encuentre a sus hijos’, la apoyaron emocional y económicamente y eso pues fue una gran ayuda para recuperarnos”.
En aquella primera novela Trottner sembró, sin saberlo, la semilla de la segunda. Lo cuenta de esta forma: “Cuando escribí Nadie nos vio partir, empieza con la historia de mis abuelos. Escribí sobre mis abuelos para darle contexto a estas familias que después, en Nadie nos vio partir, sucede todo lo que sucede.
“Y entonces, en los clubs de lectura y en las entrevistas me decían ‘es que queremos saber más de esa historia de los abuelos. Cuéntanos más, Dinos más’. Y yo recordaba cuando murió mi abuelo. Ya ves que cuando están haciendo los rezos y demás, generalmente sucede que la gente empieza a sacar fotografías, no sé por qué, es algo como muy común.
“Y entonces, saqué una foto en blanco y negro. Un hombre muy joven, muy guapo, parado frente a un barco. Y le dije a mi abuela: ‘y este ¿quién es?’ Me dijo: ‘es tu abuelo. Cuando iba a subirse al barco para irse a América’. Y ahí se me quedó esa semilla de decir ‘wow! O sea, este jovencito, ese barco… no sabía adónde iba a llegar’. Además, él creyó que iba a llegar a Nueva York. De repente se encontró en Veracruz y era una historia que tenía yo también muchas ganas de contar. Entonces, cuando los lectores me empezaron a decir que tenían ganas, dije ‘bueno, vamos a ver qué pasa’. Y empecé a escribirla y salió Pronunciaré sus nombres.
La Historia y las historias
Se trata de una novela histórica, documentada y apegada tanto como es posible a los hechos reales. Así se lo propuso Trottner, como amante del género. Una novela sobre la Historia, en general, y sobre la historia de sus abuelos. Parece haberla motivado, particularmente, su abuelo. A su muerte,Trottner le ofrece: “voy a escribir tu historia, y entonces voy al pasado. Empiezo a investigar mucho, a leer de libros históricos, y me doy cuenta que la historia, esta historia en general, está hecha de estadísticas.
“Murieron seis millones en el Holocausto. Murieron 30 millones en Rusia, sobrevivieron tantos en el barco… son números y números y números. Y digo: ‘es que no podemos nada más ser números. Porque si no le ponemos una cara, una emoción, un anhelo a cada uno de esos números y los convertimos en seres humanos, perdemos por completo la perspectiva de lo que fue‘.
“Y además, la conciencia del dolor de los seres humanos. Entonces eso es lo que traté de hacer. Hablo de la historia grande, de la historia en general, y la llevo a la historia de cada uno de los hermanos de mis abuelos, de sus familias, de sus papás, de los miembros de los guetos en los que estuvieron, de los shtetls, en los que estuvieron. Y les voy poniendo sus sueños, sus ilusiones.
“Y por eso se llama Pronunciaré sus nombres, porque entendí que la única forma de mantener vivo ese legado era pronunciando sus nombres. Cada uno se llamaba de una manera, no era un número (…). Los nombres en en la comunidad judía no son nombres que sacamos de cualquier lado. Les buscamos un significado. Queremos saber, muchas veces son los abuelos, son los papás.
“Es decir, nació mi nieta justo hace un año. Acaba de cumplir un año. Y el libro está dedicado a ella. Por eso, porque dije ‘esta niña no conoció a mis abuelos’. Conoce a su bisabuela, gracias a Dios, a mi mamá. Pero las historias que ellos tenían que contar ya no las va a escuchar. Entonces necesitamos transmitirle esas historias, porque finalmente su sangre son sus antecedentes, es gracias a ellos y a esa lucha por sobrevivir que ella existe hoy”.
La historia de la familia de Trottner se parece a la de casi todas las familias judías que llegaron a México en oleadas sucesivas a lo largo del siglo XX. Los pogromos, la revolución bolchevique, la Primera y luego la Segunda Guerra Mundial, la lucha por la supervivencia, el éxodo…
“Entonces, por supuesto que somos el legado de ellos y me di mucho cuenta que tenías que ser muy valiente para luchar por sobrevivir, porque muchas veces era más fácil rendirse. Era tan difícil todo lo que había que pasar que quizá rendirse hubiera sido como decir ‘ya, aquí que acabe’.
“Y todos nuestros antecesores, los que vinieron antes de nosotros no se rindieron, no se dieron por vencidos y se subieron al barco y llegaron a un México revolucionario y siguieron luchando. Y entonces a mí lo único que creo que me ha dado es entender eso, entender que no te puedes dar por vencido, entender que tenemos que seguir adelante y luchar”.
El proceso de indagar en la historia fue revelador para Trottner, no tanto sobre sus abuelos, a quienes ya conocía bien y admiraba, sino sobre los otros, los que sufrieron a su lado, los que no llegaron. “Moisés, mi abuelo, Moshe, era yo, era el amor de su vida. Era su nieta favorita. Si me oyen mis primos, ni modo. Pero yo creo que todos lo saben. Y él era, pues una de mis figuras paternas más importantes por todo lo que sucede antes en mi vida. Y nos adorábamos”.
“Y a mi abuela Ana la admiro y la admiré siempre muchísimo. Era una mujer espectacular. Entonces, la imagen de ellos en sí la tenía yo muy armada y muy hecha, pero por supuesto que cambió mi imagen de todos aquellos que vivieron estas situaciones. Todos. Porque hablo de unos hermanos de mi abuelo que llegaron a Nueva York y todo lo que sucedió allá, en el Lower East Side, y de todas aquellas personas, aquellos que ayudaron…
“Y luego me di cuenta, investigando, que unos primos de mi abuela fueron partisanos y estuvieron escondidos en estos bosques de Bielorrusia durante muchos años, sobreviviendo. Y eso fue un descubrimiento extraordinario, porque dije ‘wow!’ O sea, empecé a leer muchísimo de los partisanos y son historias espectaculares que en medio de todo ese dolor y en medio de toda esa angustia y esa muerte, se casaban, tenían hijos, celebraban, se enamoraban. Y dices ‘Sí, caray. La vida se impone ante todo lo demás’.”
Creer, no creer en la humanidad
La historia está repleta de ejemplos de crueldad. Algunos, inimaginables. Indagar en ella es una forma de sumergirse en los límites de nuestra especie, los de la violencia y los de la superación, los de la maldad y los del amor. Para Trottner, investigar la historia europea fue una manera de ver revelado el amplísimo espectro de la huella humana.
“Yo había escuchado alguna vez de Stalin que había matado de hambre en Ucrania… pero lo había escuchado como un poquito por encimita, y de repente empecé a leer del holodomor y de lo que sucedió y de los millones y millones de seres humanos que mató de hambre este desgraciado, y eso me partió.
“O sea, cuando estaba escribiendo toda esa parte estaba yo quebradísima, porque decía: ‘no puede ser la maldad del ser humano’. Empecé a dejar de creer en la humanidad por completo. Y luego salen aquellos que lucharon, que trataron, que se impusieron y pues recuperas un poco la fe en la humanidad”.
A través de su obra, Trottner ha escrito los nombres antes borrados.
Ha puesto rostros sobre las cifras y ha insuflado cierta vida a los muertos. Especialmente, ha honrado a su abuelo, esa entrañable figura paterna que muchas veces la sostuvo en el filo de su abismo personal.
“Mi apellido de escritora, Trottner, es mi apellido materno, es el apellido de mi abuelo Moshe, y ese es el que uso como escritora. Y cuando empecé a escribir decidí usar ese apellido porque mi abuelo tuvo tres hijas mujeres. Su hermano también y el apellido se fue perdiendo. Entonces dije: ‘yo no quiero que ese apellido se pierda, porque adoro a mi abuelo y adoro llevar su nombre’.
“Entonces, desde que veo la portada del libro, con el sello Alfaguara, que para mí es el sello literario más lindo, y que lleve el Trottner ahí, pues ya desde ahí no puedo de la emoción, y luego siento… así como creo que en Nadie nos vio partir no sé qué tan contentos estarían, sobre todo mi abuela, de que cuente yo esa historia que en algún momento me dijo ‘hasta que yo me muera tú no cuentas esa historia’….
Pero esta siento que les daría mucho gusto leerla, o sea, creo que estarían contentos de leer y de revivir y de darse cuenta que dejaron en una nieta todas estas historias que ellos contaron y que no se murieron así nada más”.
“Que quedaron, que quedaron ahí y que luego ya están plasmadas en una novela”.
Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío
Comunidad Enlace Judío
¿Nuestro periodismo es importante para ti?
¿Confías en Enlace Judío para una cobertura precisa y oportuna en este momento?
En ese caso, únete a la comunidad Enlace.
A partir de $200.00 MXN al mes, podrás:
- Apoyar a nuestros periodistas independientes que trabajan las veinticuatro horas del día
- Ser reconocido como parte de nuestra comunidad una bendición semanal
- Acceso a contenido exclusivo
- Acceso a eventos exclusivos, en caso de haberlos
- Servicio de noticias instantáneas sobre Israel y el mundo judío a tu celular, así como a nuestras transmisiones en vivo.