Hoy es el 25 de Kislev, primera noche de la celebración de Janucá. Encendemos la primera vela como testimonio de que una pequeña luz puede alejar a la más profunda oscuridad. Un sencillo acto de bondad, dignidad, justicia, puede dejar una estela de luz para las próximas generaciones.
Para entender mejor el origen de la celebración de Janucá, debemos ubicarnos más de 3 siglos antes de la era común, en la época de Alejandro Magno. Durante su campaña militar contra Persia, Alejandro se desvió hacia el sur y conoció a los judíos de Israel, quienes en ese momento se encontraban bajo el dominio del imperio persa.
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Existen dos fuentes posteriores sobre el encuentro entre Alejandro y los judíos, una es el Talmud (Yomá 69a) y la otra es el libro “Antigüedades Judías” del historiador judío Flavio Josefo (XI, 321-47).
En ambas fuentes, el Sumo Sacerdote del templo de Jerusalén, temiendo que Alejandro fuera a destruir la ciudad, salió a su encuentro.
La narración describe como Alejandro, al ver al Sumo Sacerdote, se bajó de su caballo e hizo una reverencia (Alejandro nunca se postraba ante alguien).
En el relato de Flavio Josefo, cuando el general Parmerio le preguntó la razón de la reverencia, Alejandro respondió:
“No hice una reverencia ante él, sino ante el Dios que lo ha honrado con el Sumo Sacerdocio; pues he visto a esta misma persona en un sueño, con esta misma apariencia”.
Entonces Alejandro interpretó la visión del Sumo Sacerdote como un buen presagio, y por tanto se apiadó de Jerusalén, absorbiendo pacíficamente a la tierra de Israel en su creciente imperio.
Como reconocimiento a que no se destruyó la ciudad y que el Templo no fue profanado, los sabios judíos declararon que los primogénitos de aquella época fueran llamados Alejandro o Alexander – el cual sigue siendo un nombre judío hasta el día de hoy por el rey Alejandro de Macedonia (Alejandro Magno).
Casi doscientos años después de ese encuentro, gobernó el imperio seléucida que era el centro principal de la cultura helenística, donde se mantenía la preeminencia de las costumbres griegas y donde una élite macedonia grecoparlante dominaba las áreas urbanas.
El pueblo judío fue seducido por esa cultura al grado de que el Templo de Jerusalén, se volvió parte de los rituales griegos. La familia de los Macabeos, héroes de Janucá, se rebeló ante la posibilidad de que desapareciera la cultura judía.
Lograron la victoria sobre los griegos entre los años 167-160 a.e.c. La rebelión fue principalmente cultural, comenzó con la familia del sacerdote Matitiahu, que pertenecía a la familia de los Jashmonaim, contra el intento de los griegos de imponer la cultura helenística a los judíos.
Tras la victoria, los judíos obtuvieron independencia cultural y política.
La primera acción después de que un puñado de rebeldes expulsó al poderoso ejército helenísta, fue reinaugurar el Templo: Janucá viene de inauguración.
Por eso encendemos la menorá, el candelabro con 8 candelas que recuerda esa victoria. 8 días de Janucá con fe para poder atestiguar milagros, como el ver a las familias reunidas, que quienes ahora están cautivos en la oscuridad, puedan volver a la luz, volver a casa.
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