En Janucá está permitido trabajar. No obstante, las mujeres tienen la costumbre de no realizar tarea alguna mientras las luces de Janucá de la casa estén encendidas; se recomienda no tener ligereza en esa obligación.
El motivo de que las mujeres sean más rigurosas [que los hombres en cuanto a no hacer trabajo], es que el decreto greco-sirio fue más severo con las mujeres judías, ya que estos ordenaron que la joven judía virgen que estaba por casarse debía antes ser poseida por el gobernador griego.
Rashi y Rambam nos recuerdan a Judith la hija de Yojanan el Sumo Sacerdote. El midrash y el Talmud cuentan que durante las épocas de la ocupación griega hubo un militar especialmente sádico, Holofernes, que gustaba de masacrar pueblos enteros. Este oficial, había invadido Betulia y en su locura, había ordenado que toda mujer en vísperas de matrimonio debía primero pasar una velada íntima con él. Aquella que se rehusará a obedecer sufriría la pena de muerte.
Muchas mujeres decidieron no casarse y aquellas que lo hacían en la clandestinidad temían gravemente los castigos del general. Así era la vida en Betulia, hasta que llegó Judith.
Judith se ganó la confianza de Holofernes. Él le permitió quedarse en el campamento asirio y no sólo eso, sino que la dejó ir y venir cuando le agradaba y le dejaba comer la comida kosher que su madre le traía diariamente en una bolsa.
Durante tres días con sus noches, Judith le servía al rey y por las noches oraba. En la cuarta noche, Holofernes organizó un banquete e invito a Judith, Ella le dió de comer queso salado para aumentar su sed y el bebió más vino del que había bebido en un día, emborrachándose y quedándose dormido.
Judith tomó la espada de Holofernes de su espalda y lo degolló.
Hacia el amanecer del fatídico día, Judith apareció a las puertas de la ciudad judía con su madre frente a ella, sosteniendo y llevando la cabeza de Holofernes.
Por la mañana, habia escondido el cuerpo del general en las murallas de la ciudad y los soldados de Holofernes escucharon lo que habia sucedido, vieron la cabeza y huyeron para salvar sus vidas.
Así, Judith salvó la ciudad.
Algunos acostumbran comer productos lácteos en Janucá, en recuerdo del milagro que tuvo lugar con lácteos.
Hay una discusión sobre dónde es actualmente Betulia. Algunos historiadores consideran que es un sinónimo de Jerusalén, otros la ubican en Shejem, unos 49 kilómetros al norte de Jerusalem, la actual Nablús en Judea y Samaria.
Al ser un texto histórico y no de inspiración divina, el libro de Judith no pertenece al Tanaj hebreo, pero la cultura popular le ha inmortalizado.
El famoso motete de 40 voces Spem in alium , del compositor inglés Thomas Tallis , es una versión de un texto del Libro de Judith. La historia también inspiró oratorios de Antonio Vivaldi , Mozart, Hubert Parry y una opereta de Jacob Pavlovitch Adler.
La historia de las mujeres judías de esa época no nos es ajena, pues sigue habiendo tiranos.
Apenas en octubre supimos de una joven de la tribu yazidí, Fawzia Amin Sido, quien recuperó la libertad después de un largo cautiverio, cuando tenía 11 años en Irak fue secuestrada por el Estado Islámico (EI) y trasladada después a Gaza. Fue rescatada después de 10 años por el ejército de Israel y llevada a su hogar.
También este año se presentó la película “Screams Before Silence”, que recoge impactantes testimonios de sobrevivientes de la masacre del 7 de octubre, así como de personas liberadas, de socorristas y especialistas.
La violencia sexual es mostrada como crimen de guerra y los ataques de la gente de Gaza contra las mujeres de Israel deben considerarse un crimen contra la humanidad dada la magnitud, gravedad, premeditación y naturaleza sistemática de las agresiones. Condenarlo no es tomar partido en el conflicto, sino defender a las mujeres en todas partes, exponer el tremendo daño a las víctimas y repudiar la normalización del abuso sexual en los conflictos.
Deberíamos escuchar el clamor de las cenizas de Judith y de todas las mujeres del Levante, que reclaman justicia ante la indiferencia del mundo.
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