Acabamos de festejar Januká, la fiesta de las luces para los judíos, el mundo acaba de conmemorar la navidad y de dar la bienvenida al 2025.
Es difícil albergar la esperanza de que el mundo se enderezará… Las noticias no son alentadoras. Un ataque terrorista el primer día del año en New Orleans dejó 15 personas muertas y decenas de lesionados, la guerra entre Ucrania y Rusia está por cumplir 4 años, México enfrenta muchos retos hacia adelante y la guerra de Israel en contra de los grupos terroristas Hamás, Hezbola y Huties (todos respaldados por Irán) lleva ya 15 meses.
100 rehenes inocentes entre vivos y muertos siguen en manos de Hamás, en los túneles de la muerte. No se sabe mucho de su paradero, ni de su estado de salud física y mental.
https://youtu.be/Sx5TBy-vSRg?si=u6YWPCP44ud-Oya7
Estos son algunos de los flagelos que vive la humanidad al día de hoy y las perspectivas para el inicio de un nuevo cuarto de siglo no son muy alentadoras.
Y con todo y todo, por más que el panorama se vea ensombrecido, hay que buscar la forma de no perder la esperanza y que acabe prevaleciendo un poco de cordura en este mundo convulso. Esta esperanza milenaria, este anhelo de paz que se transmite de generación en generación…
Existen muchos motivos para creer que, a pesar de todo, el bien prevalece sobre el mal. Quizá la prueba más fehaciente de esto, es lo que me sucedió el día de ayer.
Llevo meses caminando los domingos con un grupo de personas comprometidas con la causa para pedir por la liberación de los rehenes en Gaza. Todos los domingos religiosamente caminamos, con pancartas que llevan fotos de los 240 rehenes: bebés, niños, jóvenes y adultos secuestrados, muchos de ellos con una raya negra que muestra que han sido asesinados, con banderas de México e Israel, y una lona al frente explicando el motivo de nuestra iniciativa (existen más de 200 grupos en el mundo que abogan por lo mismo).
En ocasiones nos han gritado slogans anti Israel, o hemos caminado sintiendo la indiferencia de las personas que en una mañana de domingo solamente desean tomar su café o desayunar tranquilos sin perturbar su mente con las tragedias de este mundo.
Sin embargo, en los más de 60 domingos que hemos caminado, nunca hemos perdido la esperanza de que esta sea la última vez que caminaremos… domingo tras domingo, nos despedimos deseando que los 100 rehenes regresen a sus casas…
Pero hoy, fue un día distinto, hoy mientras caminábamos, un restaurante entero, es decir todas las personas que estaban sentadas en las mesas dispuestas al aire libre de dicho restaurante, o casi todas, se dieron un momento para aplaudirnos, y lo hicieron desde que pasaron las primeras personas con la manta, hasta que pasara el último miembro del grupo.
Fue un aplauso tan motivador, tan sincero, tan amoroso que a muchos se nos llenaron los ojos de lágrimas, se nos puso la piel chinita y, en este minuto, pensé para mí misma que todas estas caminatas han valido la pena…
La esperanza que a veces se desvanece ahí estaba presente en estas mesas y en estas manos que aplaudían, estas personas reflejaban una LUZ que iluminaba todo a su alrededor…
Y es así como quiero empezar el 2025, con luz, con esperanza, con el regreso de los 100 rehenes a sus casas… con más paz en el mundo y más amor en el planeta.
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