Juntos venceremos
viernes 14 de marzo de 2025
Príncipe de Arabia Saudita

Irving Gatell/ Próximo objetivo: Arabia Saudita

Han pasado tres días desde que Donald Trump asumió como presidente de los Estados Unidos, y entre lo que ha firmado y lo que se ha filtrado, se sabe que ahora el próximo objetivo suyo y de Israel es Arabia Saudita. Y también hay planes con los Emiratos Árabes Unidos.

Es un hecho que el Medio Oriente está viviendo una reconfiguración extrema. Y no es un proceso que haya comenzado con la guerra entre Israel y Gaza. En realidad, viene de más atrás.

Los grandes cambios los provocó, involuntariamente, Barack Obama (y por eso uso el verbo “provocar”, y no el verbo “crear” o “impulsar”). Su descarada política pro-iraní y su clara animadversión contra Israel hicieron de Medio Oriente un lugar más peligroso, y eso le dio inicio a los acercamientos no oficiales entre Israel y Arabia Saudita.

En su momento, hace unos seis y siete años, señalé en algunos de mis artículos que esta situación podía derivar, con el paso del tiempo, en un reconocimiento oficial entre Jerusalén y Riad, e incluso en una alianza que comenzaría por lo militar, y se extendería a lo político y a lo comercial.

Era lógico: ante el empoderamiento de Irán, Israel y Arabia Saudita funcionaban muy bien como aliados para ayudarse mutuamente en temas de seguridad. Pero una vez que ambos descubrieran las posibilidades en materia de negocio —la innovación tecnológica israelí más el abundante dinero petrolero de los árabes— seguramente llegarían planes más ambiciosos.

El primer momento para dar este paso llegó —naturalmente— cuando Obama ya no estaba en la presidencia. Fue durante el primer mandato de Donald Trump que Israel firmó los primeros Acuerdos de Abraham, y con ello comenzó el lento pero seguro proceso de reconciliación entre judíos y árabes.

La idea original era un arreglo entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos —que fueron una especie de experimento para que Arabia Saudita, la cabeza indiscutible de las monarquías sunitas, pudiera medir el impacto y las ventajas de este tipo de arreglos políticos, antes de lanzarse a una medida tan impactante para su propia población, pero también para el mundo entero—. Sin embargo, otros países quisieron agregarse, y así llegaron firmas también con Bahréin, Omán y Marruecos.

El salvaje atentado terrorista perpetrado por Hamas el 7 de octubre de 2023 tenía, entre otras cosas, el objetivo de descarrilar esta reconciliación. Quería crear un entorno en el que al mundo árabe le resultase inadmisible que sus gobiernos firmaran la paz con Israel.

Sin embargo, la habilidad estratégica israelí —que no convirtió su guerra en una despiadada carnicería que escandalizara al mundo árabe— y la prudencia de los gobiernos saudí y emiratí, permitieron que las cosas se mantuvieran congeladas, pero estables. Las negociaciones se detuvieron, pero no se cancelaron. Hoy nos queda claro que sólo quedaron a la espera de mejores tiempos para reactivarse.

Esos mejores tiempos llegaron. Llama la atención que ni siquiera se trate del final de la guerra (esta todavía va a mantenerse durante varios meses), sino del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.

Uno de los objetivos explícitos de Trump —y en ello está en pleno acuerdo con Netanyahu— es llegar a la firma de un acuerdo entre Israel y Arabia Saudita. Eso sentaría las bases para la plena transformación del Medio Oriente, y dejaría aislado a Turquía en sus sueños de grandeza, a la para que marcaría la derrota definitiva de los ayatolas (aunque es probable que estos ya no estén en el poder cuando Jerusalén y Ryad vuelvan a ser hermanas).

Sin embargo, la corona saudí es muy clara en un punto: para proceder a la firma del tratado con Israel, debe estar resuelto el “problema palestino”.

Lo interesante es que todo apunta a que los árabes ya no entienden lo mismo al respecto que, por ejemplo, hace apenas diez años. Durante mucho tiempo, “resolver la cuestión palestina” se entendió como sinónimo inequívoco de crear un estado palestino. Es decir, implementar la tan cacareada solución de dos estados.

Los acontecimientos del último año y cuatro meses han evidenciado que esta solución ya no es viable. En términos prácticos, Gaza era un estado independiente, y para lo único que sirvió esa autonomía fue para provocar una guerra devastadora, poner en riesgo a todo Medio Oriente, y hacer que aflorara lo peor de Hamas y de los demás grupos terroristas.

Ahora se sabe que Israel y los Emiratos Árabes Unidos ya están planeando otro modelo de solución, muy afín a lo que, en su momento, fue la propuesta de paz diseñada por la anterior administración Trump, y que estuvo a cargo de Jared Kushner y su equipo de asesores. Como bien se sabe, quienes le dijeron que no a todo, fueron los palestinos.

La idea es simple (y quiero presumir que, hace ya varios años, también intuí acertadamente en que esto sería lo más lógico): Gaza en principio quedará como una zona autónoma administrada por las monarquías sunitas, principalmente los Emiratos Árabes Unidos.

Es lo más recomendable. A los gazatíes no se les debe dar ningún tipo de autonomía, pero lo mejor es que no se sientan “invadidos” ni por Israel ni por occidente. Mejor que todo quede entre árabes (si bien es muy claro que, durante algún tiempo, Israel estará muy al pendiente de los temas de seguridad).

Desde esa posición, y tal y como Kushner y sus asesores recomendaron originalmente, se puede lanzar un proyecto de reconstrucción plena de Gaza, especialmente en el aspecto económico. Eso obligaría a los gazatíes a concentrarse en trabajar y dejar de perder el tiempo soñando con la destrucción de Israel. Y eso no es cualquier cosa. La experiencia —sobre todo en Dubai— ha demostrado que eso funciona muy bien para desradicalizar a una sociedad, por atascada que esté de judeofobia (en este caso).

Recuerda: nuestra manera de pensar no nos hace cambiar nuestra manera de vivir. Es al revés: nuestra manera de vivir hace que cambie nuestra manera de pensar.

Si Gaza se ve obligada a trabajar en labores normales, pero además empieza a disfrutar de buenos resultados a cambio de ello, su población poco a poco entenderá que es mejor dedicarse a construir su propio futuro, que a invertir dinero y esfuerzo en proyectos terroristas.

Como ya señalé, los Emiratos ya tienen una buena experiencia en ello. Pueden ponerse al frente de este proyecto, y el éxito es verosímil. Cuentan con la ventaja de que Israel, Arabia Saudita y seguramente los Estados Unidos estarían de acuerdo y serían un importante apoyo.

Los únicos que —ya sabemos— van a decir que no, son los palestinos.

Pero hemos llegado al punto donde, guste o no, su opinión ni siquiera debe ser tomada en cuenta.


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío. Reproducción autorizada con la mención siguiente: @EnlaceJudio